lunes, 21 de noviembre de 2011

Los hijos de la noche



--- El vie 12-nov-10,

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Por Rolando Hanglin
Pensándolo bien: ¿Qué tiene que hacer un chico de 16 años, a las cinco de la madrugada, en las inmediaciones de la Ruta Panamericana , después de bailar en Pachá? ¿Qué tienen que hacer todos nuestros hijos adolescentes, de 12 a 19 años, en boliches donde se fuma, se bebe alcohol, se estropea el oído, se gritan insensateces y en cualquier momento se muere en la humareda de un incendio, o a manos de los desalmados que abundan a esas horas?
No son horas.
La clase media argentina, tradicional reserva de talentos que ha producido a Domingo F. Sarmiento, a Juan B. Alberdi, a Juan B. Justo, a René Favaloro, a Luis Sandrini, a Ricardo Lorenzetti,  debe buscar en sus entrañas y lanzarse a una profunda mutación.
De vuelta al estudio, el trabajo, el ahorro.   Como ha sido siempre, antes.
Los adolescentes no tienen ninguna necesidad de bailar. No es uno de los derechos humanos. La prueba está en que, si se le impide dormir a una persona, enloquece y muere. En cambio, se lo deja sin bailar y sigue contento y feliz. No pasa nada.
Si los teenagers quieren reunirse, pueden hacerlo en las casas de familia, como ha sido siempre. Con la música bajita, porque los vecinos descansan. Sin fumar ni beber. Hasta las doce de la noche. Y después, a dormir. ¿Cuál es el problema? Dormir es sano y necesario, porque mañana hay que levantarse a las 8 para jugar al rugby, o al hockey, o al fútbol, o repasar una materia. Como ha sido siempre y como sigue siendo en países serios como Canadá, Japón o Inglaterra.
¿Que la industria de la noche es un negocio lícito y produce ganancias importantes? Perfecto, que los señores de la noche hagan su negocio, como hasta ahora. Pero sólo para adultos. Que llegan en su auto y, si quieren, con su chofer. Por mí pueden emborracharse hasta quedar catatónicos: pero entre cuatro paredes y siendo mayores de 21 años. En la calle y manejando: no.
Nuestros hijos no deberían alquilar una Combi (en realidad, la pagamos nosotros) para llegar al boliche a las 2 de la mañana con la sagrada misión de "cagarse de risa" hasta las 5 y media. Es una locura. Es tentar a la desgracia. No lo permitamos.
La verdad que no confesamos es que nuestros hijos de 15 años salen de noche y beben aunque esté prohibido, porque existen "salones de fiestas" que son discotecas encubiertas, y en nuestro medio es fácil burlar la ley. Sobre todo si los padres no sabemos decir que no, cuando nuestros encantadores mocosos nos rezongan que "todos tienen permiso", "todos van", "todos lo hacen", "soy el único tarado", "soy la única pavota". Entonces, todos los viernes y sábados hay un cumpleaños, una despedida, un fin de curso, un recital, una fiesta del colegio tal o del liceo cual. En resumen, los adolescentes borrachos y circulando por las rutas hasta el amanecer.
Los "viajes de egresados" son un invento maldito. Primero: los chicos no han egresado de ninguna parte. Apenas acaban de terminar malamente un año, y deben rendir materias. No están egresando. No tienen por qué viajar. Y menos a Bariloche u otros sitios, lejos del control de sus padres, con el exclusivo propósito de producir aturdimiento, ebriedades, desórdenes sexuales y destrozos en los hoteles. ¿Cuál es la idea y quién la instaló?
La verdadera fiesta de egresados es, originariamente, un hecho institucional: se trata de un acto en el cual los alumnos que terminan su secundario presentan a sus familias, reciben sus diplomas, se despiden del colegio y, a veces, bailan. Todo supervisado por el rector y los profesores. Punto.
La nocturnidad adolescente es una creación siniestra que lleva la marca argentina en el orillo, porque ninguna sociedad del mundo la permite. Ni los católicos, ni los socialistas, ni los neoliberales, ni los protestantes... ¡No hablemos de los islámicos!
Mediante la nocturnidad, hemos establecido que los jóvenes se van de sus casas, después de descansar un rato, a las dos de la mañana. Llegan como pueden a las proximidades de una discoteca. Por lo general, están borrachos al arribar a la puerta, debido a la simpática "previa". En esas largas filas de espera, hay chicas que venden "petes" o "besos por un peso", para pagar la entrada, otras que exhiben el documento de la hermana mayor para que las dejen pasar, y no faltan los muchachitos que vomitan en la vereda o caen desvanecidos. Frecuentemente, se pegan e insultan. A la salida, en la desbandada del amanecer, ocurren las desgracias.
De la juventud del "amor y paz", sonrisas alucinadas, pies descalzos, un porrito, el sonido de voces y guitarras, el sexo libre (pero sano y sin violencia) hemos pasado en pocos años a esta cabalgata de barras bravas, haciendo "pogo". Sin embargo, son las mismas edades adolescentes, con las mismas caras puras y cuerpos vírgenes. ¿Cómo fue? ¿Cómo hicimos la metamorfosis de "una chica moderna" a "un gato"?
Naturalmente, a la madrugada, los padres yacen desmayados en sus camas. Hoy día se trabaja mucho. No se les puede pedir a papá y mamá que arranquen el auto o pidan un remise a las 6 de la mañana para salir a campear a los hijos e hijas por los inmensos bailables del conurbano. Físicamente, no pueden. Se ha creado así un mundo aparte, un universo de adolescentes completamente separados de sus familias. El mundo del alba es uno, el de la noche es otro. Los chicos viven de noche y duermen de día. Duermen en el colegio, en la playa, en la iglesia y en sus casas. Duermen, duermen, duermen. Cuando despiertan, se sientan frente a la computadora, frotándose los pelos, a leer disparates, o se aferran al celular para enviar mensajes de texto donde todo se escribe sin hache y sin acento.
Cuando nosotros no estemos: ¿De qué van a vivir estos adolescentes, que a los treinta años todavía están meditando sobre "cual es mi verdadera vocación"? ¿Cómo se ganarán el pan, vendiendo drogas?
Hemos hecho un estropicio. Nosotros, los padres de clase media.
Dicen que toda persona tiene derecho a poseer un sueño. Yo, por de pronto, tengo el mío. Una juventud sana, que salga del ruido, la noche, la droga, la ignorancia y lo "divertido". Que se entregue al día, al silencio, al estudio, al deporte, a la cultura, a la familia.
Alguno me dirá que este es el mismo ideal de "Mi hijo el dotor", que escribió Florencio Sánchez en 1930. Sí, es lo mismo. ¿Alguien tiene una idea mejor?
(Dedicado a la memoria de Florentino Sanguinetti, severo profesor y respetado rector de un gran colegio).




jueves, 17 de noviembre de 2011

CÓMO SALIR DE LA DEPRESIÓN

La convivencia familiar, los amigos, el apoyo, el cariño, son la mejor medicina para alguien con trastornos depresivos.



Los trastornos depresivos hacen que uno se sienta exhausto, inútil, desesperanzado y desamparado. Esas maneras negativas de pensar y sentirse hacen que las personas quieran darse por vencidas. Es importante ser consciente de que las maneras negativas de ver las cosas son parte de la depresión. Los pensamientos negativos desaparecen cuando el tratamiento empieza a hacer efecto. Mientras tanto hay cosas que se pueden realizar para ayudarse a sí mismo:



No aislarse ni quedarse solo: es necesario buscar la compañía, confiar en alguna persona; siempre es mejor que estar solo y no hablar con nadie. La persona deprimida que ha recibido recientemente malas noticias, o que ha experimentado un trastorno importante en su vida, debe contárselo a personas cercanas, contarles qué pasó y cómo se siente al respecto. Esto ayudará a revivir la experiencia dolorosa en varias ocasiones, facilitará el llorar y posibilitará el poder encontrar soluciones.



Hacer algo, no quedarse sin actividad: el salir de casa y hacer ejercicio ayudan mucho, aunque solo sea el dar un largo paseo, ir a un juego deportivo o participar en actividades recreativas, religiosas, sociales o de otro tipo. Esto ayudará a mantener la mente alejada de contenidos o sentimientos dolorosos que únicamente consiguen deprimir más. Al aumentar el nivel de actividad la persona comprende poco a poco que no está incapacitada.



Una dieta completa y equilibrada: en la depresión no apetece comer. No importa. La fruta fresca y las verduras están especialmente recomendadas. Las personas con depresiones graves pueden perder peso y perder sus reservas de vitaminas, lo cual las hará sentirse peor.



No al alcohol o drogas: el alcohol acaba por deprimir más. Una persona deprimida que consume alcohol no buscará la ayuda adecuada para su trastorno y dejará de buscar alternativas a sus problemas.



En caso de insomnio: escuchar radio o ver la TV mientras el cuerpo está en reposo ayudará, incluso si la persona no se encuentra adormecida, y se sorprenderá quedándose dormida por el simple hecho de no estar preocupada por su insomnio.



Metas realistas: hay que tomar en cuenta la depresión y no tratar de asumir una cantidad excesiva de responsabilidades. Las metas deben dividirse en partes pequeñas, estableciendo prioridades y haciendo lo que pueda cuando pueda.



Familia y amigo, ¿cómo ayudan?

En primer lugar, siendo un buen oyente (muy paciente si usted ya escuchó toda la historia previamente) es muy importante.

Dedicar tiempo a las personas deprimidas, animándolas (pero no intimidándolas) no sólo a hablar, sino también a hacer actividades físicas, a salir a pesar del desánimo y de la desgana que puedan tener.



La convivencia familiar, el apoyo, el cariño, son la mejor medicina para una persona depresiva. El apoyo terapéutico y farmacológico también puede ayudar. Sin embargo, debemos tener mucho cuidado y acudir a especialistas, a profesionales éticos, con principios y valores religiosos que nos ayuden a resolver este desajuste. Si la persona deprimida empeora o empieza a decir que no desea vivir o incluso insinúa la posibilidad de hacerse daño, tome en serio estas afirmaciones y asegúrese de que su doctor está informado.



Lo fundamental: la fe en Dios

La vida interior, la piedad, la oración, la preocupación por los demás, el no ensimismarse y pensar solamente en uno mismo abren una nueva solución de fondo y de raíz a la depresión. Con frecuencia nos olvidamos de la dimensión espiritual de nuestro ser y al hacerlo cerramos las puertas de nuestro corazón hacia uno mismo y nos olvidamos de la maravilla y de la felicidad que da el compartir y el abrirse a las necesidades de los otros.



“Si yo no tengo amor yo nada soy, Señor”, afirma san Pablo. ¡Qué razón tiene! La falta de amor abre un abismo sin fondo, crea un vacío imposible de llenar con algo más que no sea precisamente el amor. La depresión surge cuando nos sentimos vacíos, sin un sentido en la vida, sin valor; pues bien, la solución es llenarse de amor, buscar en lo más íntimo de uno mismo con apertura a los demás el porqué de nuestra existencia y el para qué.



De encuentra.com, adaptación.

lunes, 14 de noviembre de 2011

DAR EJEMPLO A LOS HIJOS

Tres preguntas que debes hacerte sobre el ejemplo que das a tus hijos

Muchos padres están cansados de pelearse con sus hijos y no logran que cumplan las exigencias que se les pone. Algunos padres están tan frustrados que, poco a poco, bajan las exigencias con la esperanza de que sus hijos finalmente reaccionen, lo cual muchas veces tampoco da resultados. Es lamentable que se haya convertido en norma general escuchar a padres quejarse de la rebeldía de los hijos, los cuales cada día parecen más empeñados en llevar la contraria en cualquier tema.



Cada vez que los padres me traen a su niño o adolescente para que trabaje con él, la primera queja que escucho siempre es que el hijo NO cumple alguna exigencia que le ponen los padres.

Muchas veces es que no cumple sus tareas. Otras veces que no cumple sus responsabilidades en la casa. Tal vez no cumple el tener respeto a sus
padres o mostrar colaboración con su hermano.

¿En qué momento la educación se convirtió en desesperación?




Aún cuando puede ser que la conducta del hijo sea inapropiada, muchas veces éste sólo refleja alguna conducta inapropiada de los padres. No quiero decir de ninguna manera que los padres sean malintencionados, sino que en numerosas ocasiones no son conscientes de sus propias acciones y que los hijos están modelando esas conductas.

¿A qué me refiero con esto?

Hace algunas semanas trabajé con un niño de aproximadamente 13 años de edad. La queja principal de los
padres era que su hijo siempre llegaba con una actitud negativa del colegio a la casa. Mi primera pregunta para los padres fue: ¿Con qué humor llegan ustedes a la casa después de un día de trabajo?

Un poco avergonzados admitieron que casi siempre llegan cansados, incluso irritados por los problemas laborales y con pocas ganas de compartir en familia. No necesité hacer mucho más que pedir a los
padres que mejoren su actitud al llegar a casa. Los padres aceptaron y poco tiempo después también empezó a cambiar la actitud del hijo, incluso cuando llegaba a casa después de un largo día de colegio.

Ejemplos como este los podría recitar en numerosas circunstancias:
  • ¿Cuál es la principal causa de que los hijos se muestren impacientes ante los problemas? Que los padres no toleren cuando las cosas no van de acuerdo a sus planes.
  • ¿Por qué los hijos mienten? Porque se dan cuenta que los padres dicen a un cliente que no tienen tiempo cuando están mirando la TV en casa - y el hijo escucha la conversación.
  • ¿En qué familias los hijos tienen pataletas? En las mismas familias en las que los padres se desesperan, gritan y malhumoran cuando no logran obtener lo que querían.
Por supuesto que existen otros factores a considerar al momento de evaluar la conducta inapropiada de los hijos, pero en muchos casos los hijos sólo están modelando (consciente o inconscientemente) las conductas de sus padres.

Tres preguntas que debes hacerte
Así que es verdaderamente necesario que los padres sean modelos a seguir para los hijos. Para lograr esta meta, existen tres sencillas preguntas que te puedes hacer ahora mismo:
  • ¿Qué conductas no deseadas estás viendo en tus hijos? Tal vez sea arranques de ira, mentiras, desmotivación en el colegio, falta de respeto, etc.

  • ¿Cuáles de estas conductas posiblemente están siendo copiadas por tus hijos de ti como padre/madre? Evalúa cómo reaccionas en circunstancias similares. ¿Puede ser que tu hijo esté copiando alguna conducta inapropiada de tu parte? Pregúntale también a tu pareja cómo reacciones en determinadas circunstancias y, a su vez, hazle ver en qué situaciones puede mejorar él/ella su conducta.

  • ¿Con qué nuevas conductas positivas vas a reemplazar las negativas? En lugar de simplemente seguir exigiendo determinadas conductas a los hijos, recomiendo que los padres cambien sus propias conductas primero. No basta con exigir. Hay que ser modelos a seguir para poder exigir. Proponte llegar a casa motivado para compartir, enfrentar tu día laboral por la mañana con entusiasmo, contenerte la próxima vez que algo te cause ira, etc. Ninguna conducta nueva es fácil de implementar, pero si nos lo proponemos y si continuamente nos concentramos en ello, tarde o temprano crearemos mejores hábitos que nuestros hijos modelarán.
Recuerda: los padres son los líderes de su familia. Nadie quiere ser liderado por alguien que no cumple lo que exige. De la misma manera, ningún hijo hará algo que es inconsistente entre el hablar y actuar de los padres.

Crea mejores hábitos. Crea consistencia entre lo que exiges y lo que haces.